domingo, 18 de octubre de 2015

Homilía en las ordenaciones de Javier, Fernando, Daniel y Koldo





Zaragoza, 12 de octubre de 2015

Jn 15, 18-27

“Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mi primero”. Y así el verbo odiar sale hasta ocho veces en el texto que acabamos de proclamar. Cuanto odio, no?
Creo que debemos tener presente que cuando el redactor de este texto estaba escribiéndolo se habían desencadenado las persecuciones contra las comunidades cristianas. Y las comunidades de Juan estaban asustadas y perplejas. “Nuestro entorno nos odia”, “el mundo nos odia”, “¿qué hemos hecho para merecer esto?”, como diría Almodóvar. De ahí que el redactor ponga en boca de Jesús todo este discurso: No estamos solos, porque a Jesús también le odiaron.
Él, Jesús, nos eligió “de entre los que son del mundo y por eso el mundo os odia, porque ya no sois del mundo”. El primer significado, el más diáfano, es que el mundo son los que nos persiguen, como le persiguieron a Él. Pero ahondemos un poco más. Nosotros formábamos parte del mundo hasta que llegó Él y nos eligió, y nos sacó de ahí. De dónde, exactamente? Y lo que quizás sea más importante para nuestra celebración de hoy, hacia dónde? Si ya no somos del mundo, de quién somos?
En el catecismo nos enseñaban que los tres enemigos del hombre eran “el mundo, el demonio y la carne”. Y a lo largo de nuestra vida en la iglesia hemos leído y escuchado auténticas barbaridades sobre lo que significa combatir a estos tres enemigos. Y también hemos podido escuchar y leer auténticas barbaridades sobre las personas a quienes se encomienda un ministerio, como hoy vamos a hacer con vosotros, y sus “cualidades” que les hacen estar fuera del mundo. Como si por el solo hecho de imponerles las manos pasasen a ser una especie de personas de un nivel superior al del común de los mortales.
Así pues, hoy, antes de encomendaros el ministerio del presbiterado, me gustaría reflexionar con vosotros sobre qué entiendo por “mundo”, este mundo que a partir de ahora os va a odiar un poco más, tal como odió a Jesús.
El sacramento que hoy celebramos, como todos los sacramentos, no es otra cosa que un signo visible del amor incondicional de la divinidad sobre todos nosotros y nosotras. Hoy se va a manifestar este amor inmenso sobre vosotros, para apartaros del mundo y haceros instrumentos privilegiados de la misericordia divina.
Qué dejamos atrás, pues, con el mundo, “sus obras y sus pompas”, como repetimos tantas veces en la profesión de fe? Veamos.
En primer lugar, dejamos atrás los criterios inhumanos, paganos y las consignas contrarias a la dignidad de las personas. El mundo que criticó Jesús de los escribas y fariseos, de los grandes sacerdotes, de los prepotentes de la religión y de la política. Un mundo que deshumaniza a las personas, a la sociedad y a la religión. El mismo mundo que asesinó a Jesús calvándolo en la Cruz.
En segundo lugar, dejamos atrás el mundo de los juicios y las condenas. Porque vamos a amar radicalmente, como Dios nos ama, como Jesús amó, a las personas pecadoras, a las marginadas, a todas aquellas que son consideradas escoria. Porque en ellas está el Reino que anunciaba Jesús. Porque, como Él mismo decía, “no he venido a para condenar al mundo, sino para salvarlo” (Jn 12,47).
Fijémonos pues en que el odio de que hablábamos al principio es unidireccional: del mundo hacia nosotros, como lo fue del mundo hacia Jesús. Él denunció la hipocresía y la inhumanidad (sin odiarla) pero amó profundamente a aquel mundo que le odiaba.
En tercer lugar, dejamos atrás el mundo de lo inmanente, de lo establecido, del cálculo, de la ciencia exacta. Porque nos ponemos en manos de lo inesperado, de lo trascendente, de lo gratuito, de todo aquello que no se puede medir. Porque nos sorprenderemos cada día, cada hora, cada minuto, con las maravillas que Dios nos pone delante. Porque para la divinidad todo es posible.
Finalmente, dejamos atrás el mundo del orden y de la mesura, el mundo de lo respetable, el mundo de lo previsible. Porque con Jesús nada es ordenado ni mesurado, nada es respetable, nada es previsible. Recordemos las palabras del Apocalipsis: “Ya hago nuevas todas las cosas” (Ap 21,5).
Con todo ello habréis visto que dejamos atrás el mundo establecido para entrar en el mundo divino, el mundo de Jesús, “un mundo raro”, como dice el bolero.
Supongo que a estas alturas a nadie se le escapa que lo que estoy describiendo no es otra cosa que un mundo profundamente “queer”. Muchos de vosotros me habéis oído hablar de ello alguna vez. “Queer” es esa palabra que en el mundo anglosajón significaba “torcido” o “rarito”, y que los movimientos de liberación gay de los ochenta utilizaron de forma orgullosa y reivindicativa para denominar todo aquello que les caracterizaba en contraste con la sociedad que querían cambiar. Lo que era un insulto o un término peyorativo sería a partir de ahora una palabra de liberación. “We are here and we are queer. Get used to it”, “Estamos aquí y somos queer, acostúmbrate a ello” gritaban por las calles. Somos los “torcidos” y los “raritos”, y queremos torcer y remover vuestra sociedad tan previsible, tan hipócrita, tan estructurada, tan dominada por las estructuras de poder.
Y para mí no hay ninguna duda de que el mensaje, la vida y la obra de Jesús es una iniciativa profundamente “queer”, profundamente “rarita” y “torcedora” del mundo establecido por el poder, la hipocresía, la dominación y la injusticia.
Porque efectivamente, Juan pone en boca de Jesús una frase que va dirigida a todas nosotras: “el mundo os odia porque ya no sois del mundo”. Cada uno de nosotros ha dejado atrás el mundo de la hipocresía de los escribas y los fariseos, el mundo del poder de los  grandes sacerdotes y de los prepotentes de la religión y de la política, el mundo de los que juzgan y condenan, el mundo de los calculadores y mesurados, el mundo de los respetables, los previsibles. Y como lo hemos dejado atrás, este mundo nos odia. Somos y queremos ser los “raritos”, los que cuestionan y tuercen la dinámica mundana. Porque no queremos ser de este mundo. Porque hemos visto al Señor y al mundo nuevo que vino a establecer entre nosotros.
Este mundo nuevo, el Reino, ya está entre nosotros. Y nuestra tarea, no sólo de los ministros ordenados sino de todas las personas que nos consideramos seguidoras de Jesús, es hacer presente este mundo nuevo con nuestras acciones. La palabra, el discurso, la predicación es importante, pero sin acción, sin denuncia profética, quienes nos rodean no van a ver nada.
Somos y queremos ser “raros”, porque con nuestra palabra y con nuestra vida demostramos día a día que nada es previsible, que todo es nuevo. Y para ello tenemos con nosotros al “defensor, el Espíritu de la verdad” que Jesús envió a sus amigos y que a través de los sacramentos todos nosotros hemos recibido.
Todo ello va a hacer que “nos persigan”. Pero tenemos a aquel a quien persiguieron, clavaron a una cruz y mataron que va delante nuestro, y a quien el Padre “levantó de entre los muertos”.
Ánimo, pues, porque el camino que iniciasteis con el Bautismo sigue adelante, acompañados de una multitud de santos y santas, conocidos y desconocidos, que a lo largo de los siglos nos han precedido, y que dentro de un momento vamos a invocar.
Dejadme terminar estas palabras con un fragmento de un delicioso libro de Blai Bonet, “Evangelio según uno de tantos”. El autor imagina que Jesús habla con un joven que está al pie de la cruz. Le dice Jesús: “Todo es posible, menos ponerte públicamente de mi parte sin que te pase nada. Si no te pasa nada es que de tu vida haces prudencia, cálculo de probabilidades… Mírame: verás que la paz no tiene nada que ver con la tranquilidad…”
Que así sea!


jueves, 1 de octubre de 2015

UNA FILIAL SÚPLICA PARA QUE FRANCISCO ABANDONE EL EVANGELIO


Casi medio millón de cristianos y cristianas de todo el mundo han dirigido a principios de agosto una “filial súplica” al papa Francisco para que lxs católicxs divorciadxs y vueltxs a casar civilmente sean excluídxs de la comunión eucarística y para que se reafirme en que las uniones de personas del mismo sexo “son contrarias a la ley divina y a la ley natural”. Encabeza la “filial súplica” el cardenal Burke, a quien podemos ver en la ilustración que acompaña este escrito.

Como casi siempre que topo con reacciones de esta calaña, lo primero que me viene a la cabeza es preguntarme qué hubiera hecho Jesús, qué hubiese dicho, cómo hubiese actuado. Y me llegan al corazón el torrente de palabras y de hechos de misericordia y de amor incondicional que relatan los evangelios. Y entonces quiero imaginar que los firmantes de la “filial súplica”, con el señor de la cola en cabeza, deben recordar, cando firman este tipo de escritos o hasta incluso cuando se manifiestan por las calles de algunas ciudades, las pocas palabras de condena que algunos escritos evangélicos ponen en boca de Jesús.

¿A quién seguimos, las personas que nos consideramos cristianas? ¿Al Jesús rompedor, radical y lleno de amor y misericordia o al Jesús de los truenos y relámpagos y las condenas al fuego eterno? ¿Cómo podemos formar parte de la misma iglesia personas con concepciones tan diferentes de la vida, de la humanidad, de las relaciones y del mundo? Y aún una pregunta más chocante: ¿realmente valen la pena los esfuerzos para mantener la “unidad”, si a la hora de la verdad, a la hora de amar, de perdonar, de incluir, mis hermanos y hermanas de las “filiales súplicas” piensan y hacen exactamente lo contrario que yo y, lo que es peor, lo contrario de lo que creo que Jesús dijo e hizo?

 Las personas que se divorcian lo hacen después de un proceso largo y doloroso, que les lleva a terminar una relación que pensaban y deseaban que fuese para toda la vida. Si después de este dolor algunxs de ellxs pueden rehacer la vida con otra persona, ¿cómo se puede defender que no pueden participar del banquete del amor incondicional que es la eucaristía?

Y por lo que respecta a las familias homosexuales, mi experiencia cotidiana me dice que sólo tienen actitudes de rechazo o de condena las personas que no han tenido la gracia de conocer alguna de estas familias de cerca. Bueno, y algunos obispos, que a pesar de conocernos bien, aún siguen con aquello de que somos contrarios “a la ley divina y a la ley natural”.


Después del Sínodo de la Familia que empieza el 3 de octubre seguiremos hablando de ello. Ojalá no se cumplan mis malos presagios…

jueves, 30 de julio de 2015

UNA FE ADULTA (y 3)


Sigo reflexionando sobre el infantilismo y la desaparición de los chicos y chicas de 15-16 años de nuestras comunidades parroquiales.
Precisamente me ha llegado a las manos un decálogo elaborada hace unos años por el lingüista norteamericano Noam Chomsky: “Lista de las 10 estrategias de manipulación a través de los medios”. Son éstas. Después de cada una y entre paréntesis he añadido lo que me ha parecido un ejemplo de esta estrategia en el ámbito eclesial:

1) La distracción: desviar la atención del público de los problemas importantes, por medio de la técnica del diluvio o inundación de distracciones e informaciones insignificantes. (Algunas celebraciones no son más que un diluvio de distracciones, por no hablar de según qué homilías. ¿Y qué decir de los catecismos, que hablan de todo y a menudo olvidan, e incluso esconden, lo más importante: el amor incondicional, la misericordia sin límites, la inclusión radical del mensaje de Jesús?)

2) Crear problemas y luego ofrecer soluciones, como por ejemplo crear una crisis económica para hacer aceptar como mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos. (Todo el tema del pecado y la redención está directamente relacionado con esta estrategia. Un pueblo de pecadores, hundido bajo un sentimiento de culpa, un pueblo por tanto que fácilmente renuncia a sus derechos y acepta las barbaridades de las jerarquías sin rechistar).

3)     La gradualidad: para hacer que se acepte una medida inaceptable, aplicarla gradualmente, año tras año, tal como se ha hecho con las privatizaciones, la precariedad, el recorte de los sueldos. (Aquí viene como anillo al dedo recordar las intrigas palaciegas de la curia vaticana, una auténtica maestra de la manipulación…)

4)     El diferir: presentar una decisión impopular como “dolorosa y necesaria”, como sacrificio para el futuro. (¿Quién no ha escuchado por boca de una persona piadosa, sacerdote o no, aquello de “llevar la cruz para alcanzar la vida eterna”? Aún recuerdo una homilía muy reciente de un curilla joven que invitaba a renunciar al propio albedrío porque “el papa sabía lo que había que hacer, porque es el vicario de Cristo en la tierra”. ¿Qué chico o chica de 15 años es capaz de escuchar esto y no salir huyendo?)

5)     Dirigirse a la gente como a niños: la mayoría de la publicidad utiliza discurso, argumentos, personajes y entonaciones infantiles, próximos a la debilidad mental. (Citemos aquí algunos “tonillos” que utilizan no pocos curas, y, nuevamente, algunas homilías que parecen dirigidas, efectivamente, a débiles mentales).

6)     Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión, cosa que causa un cortocircuito en el análisis racional y en el sentido crítico de las personas. (Me viene a la mente la película “La pasión de Cristo”, de Mel Gibson, en la que imperaba la víscera, literalmente, por encima de cualquier intento de reflexión histórico-crítica sobre la tortura, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret. Algunos discursos que se escuchan en nuestras celebraciones, ya sean moniciones, oraciones de los fieles o homilías, abundan en este aspecto emocional que imposibilita una profundización y un avance en la vida espiritual de los que los escuchan).

7)     Mantener a la gente en la ignorancia y la mediocridad, de forma que la distancia ignorante entre las clases inferiores y las superiores sea insalvable para las clases inferiores. (El ejemplo que ponía en el primer artículo de esta trilogía, de aquel profesor de Sagrada Escritura que hacía dos discursos distintos sobre la resurrección de Jesús: uno dirigido a los clérigos en formación y otro dirigido al mal denominado “pueblo fiel”. O la insistencia de algunos curas en el “Jesús dijo” o “Abraham hizo”, cuando todos los estudiosos de la Biblia coinciden en que ni Jesús nunca dijo aquello ni Abraham hubiese sido algo más que un mito).

8)     Estimular a la gente en ser complaciente con la mediocridad.(Una estructura eclesial fuertemente jerarquizada, en la que las bases sólo pueden obedecer sin rechistar, sin reflexionar, sin cuestionar. Unas bases que devienen profundamente mediocres).

9)     Reforzar la auto culpabilidad: hacer creer a la persona que ella sola es la culpable de su desgracia y de sus fallos. (La insistencia en las nociones de pecado, de redención, de reparación en muchos discursos eclesiales favorece la visión de un@ mism@ como indigno, como mediocre, como falto de algo. Lo contrario sería la insistencia en la teología de la bendición original, que insiste en nuestra realidad “bendecida”, positiva, profundamente divina).

10) Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen. (El ejemplo de esta estrategia no puede ser otro que el de las jerarquías y la clerecía en general, que teóricamente ha hecho voto de celibato y que, por tanto, no conoce de primera mano la conyugalidad, pontificando, juzgando y aconsejando sobre sexualidad, amor, matrimonio, familia, pareja y relación padres-hijos)

Chomsky elaboró esta lista pensando en los medios de comunicación, pero yo no he podido evitar trasladarlas al ámbito eclesial. Seguramente que muchos de sus ejecutores en las iglesias no son del todo conscientes del poder manipulador e infantilizador de estas estrategias.


Termino esta trilogía de artículos sobre la fe adulta haciendo un llamamiento para construir comunidades adultas y responsables, que sean un contrapunto positivo a la manipulación que nuestros y nuestras jóvenes encuentran cada día en la calle, en la escuela, en los medios de comunicación, en el grupo o incluso en casa. Hagamos de nuestras comunidades ámbitos de adultez, de reflexión, de sentido crítico, de conocimiento, de coraje. Quizás así nuestros y nuestras jóvenes encuentren razones para permanecer en nuestras comunidades. ¡Quizás así estaríamos anunciando realmente una Buena Nueva!

lunes, 27 de julio de 2015

Habrá en la Iglesia alguien que se atreva?

¿Habrá en la Iglesia alguien que se atreva?, por Pablo d'Ors
Los sacramentos de la Iglesia ya no significan casi nada para la inmensa mayoría de quienes aún participan en ellos. Un signo que deja de significar ya no es un signo, sino un juego de magia.
Los ritos cristianos y los símbolos en que se fundamentan han degenerado, para la mayoría de los creyentes, en pura magia. Por supuesto que los hombres y las mujeres de hoy seguimos necesitando de la magia, es decir, de palabras y gestos que de un modo automático e irracional nos vinculen con lo trascendente. Pero esa no es la cuestión.
Sostengo que muchos de los comportamientos de sacerdotes y laicos durante la celebración eucarística son fundamentalmente mágicos, no religiosos. ¿Te imaginas a los apóstoles arrodillándose ante el pan o a Jesús recogiendo las miguitas del plato? Estos comportamientos reflejan que nuestra actitud ante el signo sacramental es mucho más mágica que religiosa.
Para que puedan significar, los signos han de entenderse. La doctrina del ex opere operato, la que postula que el sacramento es eficaz con independencia de la comprensión de quien lo recibe, ha desvinculado al signo del sujeto y lo ha degenerado y cosificado. Los sacramentos hay que entenderlos, al menos en alguna medida. De lo contrario, no sacramentalizan nada, que es lo que sucede hoy en nuestros templos. Nadie entiende nada. A lo que más me recuerdan nuestras misas es al teatro del absurdo de Beckett.
Pongamos el ejemplo de la Eucaristía, cuyos símbolos son el pan y el vino. El pan es, desde luego, algo cotidiano, blando y nutritivo. Que el pan sea símbolo de Dios significa que Dios es algo cotidiano, que Dios es blando, que Dios es nutritivo. Pero si el símbolo es el pan, el signo o sacramento es el pan partido, repartido y comido. Así que de lo que se trata es de partir y repartir el pan conscientemente; de llevárselo a la boca conscientemente; de, conscientemente, masticarlo y tragarlo.
Conscientemente significa a sabiendas de que no se trata solo de dar pan a los demás, sino de ser pan para ellos, de convertirte en el alimento que alivia su necesidad. Comer de este Pan nos da fuerza para ser pan. En esta misma línea, el signo no es simplemente el vino, sino el vino repartido y bebido. Beber de este Vino nos posibilita ser vino para los demás. Y el vino es la sangre, es decir, la vida: ser la vida para los demás.
Y eso de reservar la eucaristía en un sagrario, ¿a qué viene? ¿No hemos dicho que el verdadero signo es partirlo? Prueba de que nuestra mentalidad es mágica, es que pensamos que Dios está en el sagrario más que fuera de él. Pero eso... ¡es absurdo! No es que esté allí más que en otra parte. Es que está allí para... significarnos que está en todas partes, para que lo recordemos. Dios está en todas partes, decimos, pero luego nos empeñamos en meterle en una caja. Meterle en unas teorías que llamamos teologías y en unos símbolos que llamamos sacramentos, pero que no sacramentalizan nada.
Solo queda una solución: explicarlo todo como si nunca se hubiera explicado, pues quizá esa es la situación; y queda, por supuesto, realizarlo todo como si fuera la primera vez, pues acaso lo sea de verdad. Veremos entonces, maravillados, la potencia de nuestros símbolos, redimiremos nuestros ritos, descubriremos, en fin, su poder transformador del alma humana.
Pero, ¿habrá en la Iglesia alguien que se atreva? ¿Habrá alguien que presente estos símbolos y ritos no solo como aquellos en los que se cifra la más genuina identidad cristiana, sino como símbolos y ritos de valor universal, aptos para todos, cristianos o no? ¿Habrá alguien, en fin, que presente el cristianismo como religión y humanismo inclusivo, no excluyente ni exclusivo?
El respeto a la diferencia de otras tradiciones espirituales no debe hacernos perder la visión del cristianismo como propuesta humanizadora universal. Detecto en mis contemporáneos no solo un hambre de espiritualidad, sino un deseo de recuperar, de forma comprensible y actual, la tradición religiosa de la que provenimos. El cuidado del silencio, una sensibilidad que está creciendo, comportará un cuidado de la palabra y del gesto. Pero, ¿habrá en la Iglesia alguien que se atreva? ¿Dónde estarán los profetas que nos hagan entender que solo hay posible fidelidad al pasado desde la creatividad y la renovación en el presente?
Pablo d'Ors, sacerdote y escritor
En el nº 2.947 de Vida Nueva

martes, 14 de julio de 2015

¿EXISTE 'DIOS'? ¿QUÉ 'DIOS'?, por Xose Arregi


¿EXISTE 'DIOS'? ¿QUÉ 'DIOS'?

¿Tiene sentido hablar de Dios a la vista de tanto dolor, de tanto drama en la Tierra, del Congo a Mali, de Sudán a Ceuta y Melilla, de Siria a Afganistán y Pakistán, de Venezuela a Méjico, de la especulación al hambre, de la corrupción al paro, de la angustia al suicidio? Todo depende de lo que entendamos por "Dios".
Me asombra que, hoy todavía, sesudos teólogos, filósofos y científicos sigan discutiendo acaloradamente sobre si existe o no existe "Dios" –unos lo defienden, otros lo refutan– sin antes decirnos qué entienden por "Dios". Pero, a decir verdad, comprendo mejor a los ateos que niegan al "dios" que imaginan que a muchos teólogos que parecen sostener al "dios" que niegan los ateos.
Los ateos niegan la existencia de un dios separado del universo y necesario para explicarlo, un dios que existiría "desde antes" del universo y "fuera" de él, un dios que poseyera o que fuera la explicación –misteriosa, incognoscible– de que el mundo sea como es, con sus enigmas y dolores, un dios causa y motor primero de la realidad existente, fundamento y garante exterior del orden físico y del orden ético, un dios sin el que la bondad y la justicia carecerían de sentido, un dios omnipotente que pudiendo intervenir no interviene o que no interviene porque no puede, que actúa en el mundo cuando quiere o que no actúa para "respetar la autonomía del mundo", un dios que habla cuando lo desea o que calla por alguna razón que ignoramos, un dios que no pudo crear sino este mundo tal como es con su inmenso dolor o bien porque no pudo crear sino un mundo finito y por lo tanto sufriente o bien porque quiso respetar la libertad humana, capaz de hacer tanto bien pero también tanto daño... Un dios ente, el Ente Supremo, Algo o Alguien anterior y exterior al mundo.
Tal es el dios que niegan los ateos. Y hacen bien en negarlo, pues no existe. Tiene razón R. Dawkins al negar a un dios diseñador y creador que habría determinado de antemano toda la evolución del cosmos y de la vida, con el ser humano como centro y cima; efectivamente, un dios así es un constructo humano, un "espejismo". Tiene razón D. Dennet al negar a un dios causa necesaria del espíritu o de la conciencia o de la "libertad" humana, un dios causa distinta y separable de la realidad que llamamos materia; Dios y la realidad infinitamente abierta e infinitamente fecunda que es la materia-energía no son dos realidades que se puedan contraponer o añadir la una a la otra; la "materia" es siempre (¿"eternamente"?) más que lo que entendemos por "solo materia", y Dios no puede ser concebido como algo o alguien separable de ella. Tiene C. Hitchens al negar a un dios fundamento externo del mundo, necesario para explicar su existencia, o al negar a un dios que interviniera en el mundo desde fuera de él. Tiene razón S. Harris al negar a un dios garantía o justificación de la ética o del humanismo, como si para ser buenos necesitáramos una razón, un por qué; no hay atrocidad que no se haya cometido en nombre de dios; es decir, la fe en dios nunca ha sido garantía de bondad; todo depende, pues, de lo que se entienda por fe y de lo que se entienda por "dios".
Sin embargo, ¿no es demasiado burda la crítica de Dios de los autores mencionados? Ciertamente lo es. Pero debemos preguntarnos por qué gente tan inteligente sigue teniendo una imagen tan burda de Dios. Ciertamente, los ateos no dicen todo lo que se puede decir acerca del misterio indecible que llamamos Dios, pero los creyentes y los teólogos no deben empeñarse en afirmar al dios que niegan los ateos, sino al Dios del que no hablan. La afirmación de Dios ha de empezar allí donde termina la negación de los ateos.
Así lo han hecho los místicos de todas las religiones. También ellos, en virtud de su propia fe, se han visto conducidos a negar, desde dentro de la fe, al dios que niegan los ateos. Harían bien los teólogos en hacer como los místicos. Harían bien en partir del punto al que llegan los ateos y tratar de ir más allá, buscando y arriesgando nuevas palabras, imágines y horizontes. Más allá del ateísmo que niega al dios que no existe, pero más allá también del teísmo que afirma a un dios Ente Supremo, un ser consciente y libre otro o distinto del mundo.
Aventuremos palabras. "Dios" ni existe ni no-existe: es la Existencia. No está cerca ni lejos, ni presente ni ausente, ni está ni no-esta: es la Presencia. No es ni uno ni muchos. No es ni lo mismo ni distinto del mundo. No es menos que algo (nada), ni menos que persona (impersonal), pero no es Alguien, no es "otro" de nada y de nadie. Es el no otro de todos los seres. Es el Corazón latiente del mundo, de cada ser, de cada átomo, partícula y partículas de partícula si las hay.
Dios es el fondo de la realidad (Tillich), el poder de lo real (Zubiri), el silencio revelado como tal (Panikkar). Es Nada de cuanto es y decimos, es el Todo en todas las cosas, es el Vacío Pleno en todo lo que se manifiesta, más allá de inmanencia y trascendencia. Es la Presencia eterna en el instante.
Hoy se echan de menos teólogos a la altura de Nietzsche, antiteísta místico, profeta de los nuevos tiempos religiosos. Teólogos que aúnen la mirada mística con la visión científica de un universo o de un multiverso interrelacionado y dinámico, inacabado y evolutivo. Creyentes y teólogos que, más allá de creencia e increencia, pronuncien a Dios con su palabra y su vida como el misterio más hondo y real, como el Espíritu divino, como el aliento vital en el corazón de cuanto es. Que, al pronunciar a Dios lo hagan ser y recreen el mundo: "Hágase". Dios es el Aliento que nos habita y nos hace ser y que hacemos ser cuando somos.
En este mundo con tantos enigmas, con tantos dolores, no es inútil tratar de decir palabras creadoras sobre la Compasión que nos habita y nos une, sobre la Gracia que nos mueve en lo más profundo a cambiar las lágrimas en consuelo, a poner paz donde hay odio, a llenar de pan las mesas vacías, a seguir a creando este mundo inacabado.

José Arregi



martes, 23 de junio de 2015

ANDAR EL CAMINO DE LA VERDAD





"Porque soy libre, no condicionado, total-no una parte, no lo relativo, sino la Verdad total que es eterna, deseo que aquellos que buscan comprenderme sean libres; que no me sigan, que no hagan de mi una jaula que se tornará en una religión, una secta. Más bien deberían liberarse de todos los miedos: del miedo de la religión, del miedo de la salvación, del miedo de la espiritualidad, del miedo del amor, del miedo de la muerte, del miedo de la vida misma. Así como un artista pinta un cuadro porque se deleita en esa pintura, porque ella es la expresión de su ser, su bienestar, su gloria, así hago yo esto, y no porque quiera nada de nadie.

¿Para qué, pues, tener una organización? Como dije antes, mi propósito es hacer que los hombres sean incondicionalmente libres, porque sostengo que la única espiritualidad es la incorruptibilidad del propio ser, que es eterno, que es la armonía entre la razón y el amor. Esta es la absoluta incondicionada Verdad que es la Vida misma. Deseo, por lo tanto, que el hombre sea libre, que se regocije como el pájaro en el cielo claro; libre de toda carga, independiente, extático en esa libertad.

Yo sostengo que la Verdad es una tierra sin caminos, y no es posible acercarse a ella por ningún sendero, por ninguna religión, por ninguna secta.

La Verdad está en cada uno de nosotros; no está lejos ni cerca; está eternamente ahí.

Aquellos que realmente deseen comprender, que traten de descubrir lo que es eterno, sin principio y sin fin, marcharán juntos con mayor intensidad y serán un peligro para todo lo que no es esencial, para las irrealidades, para las sombras. Y ellos se reunirán y se volverán la llama, porque habrán comprendido. Un cuerpo así es el que debemos crear y tal es mi propósito".


KRISHNAMURTI, Discurso de disolución de la Orden de la Estrella de Oriente
(2 agosto 1929).

[Esta Orden había sido fundada en 1911,
para proclamar el advenimiento del Instructor del Mundo].


sábado, 20 de junio de 2015

Una fe adulta (2)

En el artículo anterior daba mi opinión sobre el hecho que los chicos y las chicas suelen abandonar nuestras comunidades a partir de los 15-16 años, relacionando este hecho con la religión mítica infantil que llena nuestras celebraciones y los discursos que se escuchan en ellas.
Muy relacionado con este hecho está la concepción del cuerpo y de la sexualidad. En este caso, esta concepción proviene de escuelas de pensamiento dualista (cuerpo/espíritu) o neoplatónicas que dominaron los primero siglos de nuestra era y que influyeron de forma (desgraciadamente) decisiva en los textos bíblicos, especialmente en los de que denominamos Nuevo Testamento. Desde entonces, pues, arrastramos una sospecha congénita de todo lo que sea cuerpo y material, mientras que lo inmaterial y espiritual concita los aplausos y las alabanzas más unánimes.
Pero el tema no termina aquí, sino que junto con la desconfianza del cuerpo encontramos la desconfianza y la condena de los placeres de los sentidos, como si no formasen parte de la maravillosa creación divina. Hace unas semanas precisamente aún podía oír cómo unos pobres chiquillos de 7 u 8 años renunciaban a “los placeres” como parte del rito de su bautismo, delante de toda la comunidad parroquial en la misa del domingo.
Así pues, yo creo que el abandono de nuestras comunidades por parte de nuestros chicos y chicas de 15-16 años está relacionado también con el rechazo de todo aquello que es corporal y placentero en los discursos que se escuchan en sus celebraciones. Tienen un cuerpo, ciertamente, pero que tienen que “conservar puro” hasta que encuentren a la persona del otro sexo adecuada con quien pueda casarse. ¿Acaso no es terriblemente cruel, en una época de su vida en que descubren su cuerpo y la sexualidad, conminarlos a que lo encierren todo en un cajón hasta que encuentren a la persona con quien formar una familia? ¡Y además que sea del sexo contrario! Y como no se pueden poner puertas al campo, nuestros jóvenes viven el estallido de sus cuerpos y de su sexualidad como una cosa negativa.
Así pues, es perfectamente normal (y yo añadiría que muy sano) que nuestros jóvenes huyan en estampida de un espacio y una compañía en el que son obligados y obligadas a hacer mil filigranas para vivir y disfrutar de sus cuerpos.

Porque los que hemos permanecido en ellos hemos tenido que hacer un proceso largo y doloroso para poder superar esta sospecha sistemática de la obra maravillosa de la creación que son nuestros cuerpos. ¿O no?

martes, 7 de abril de 2015

HASTA DARME CUENTA DE QUE SOY VIDA



Un escrito de una amiga de un gran maestro, que comparto. Cuidemos que no nos pase la vida esperando no se sabe qué...

HASTA DARME CUENTA DE QUE SOY VIDA

21 marzo 2015


¿Alguna vez he permitido a la Vida manifestarse en mí tal y como ella es? ¿Alguna vez la he dejado actuar? ¿Alguna vez he escuchado lo que tenía que decirme? ¿Alguna vez he mirado en la dirección que ella me indicaba?

Nunca. Siempre he pretendido llevar el control. Siempre me he creído dueña y señora de mi destino, de mi pasado y mi futuro; y cuando las cosas no salían como yo tenía previsto, me bastaba asumir el papel de víctima y pensaba que esa misma Vida, a la que yo ignoraba, era cruel e injusta conmigo. Yo siempre tenía razón; la Vida siempre estaba equivocada.

Ella no ha dejado de susurrarme, de inspirarme, de reconducirme y yo he estado continuamente dándole la espalda, apartándome de los lugares a los que ella me conducía, como si la sabia fuera yo y la Vida la ignorante.

Así nos hemos pasado casi sesenta años, prácticamente toda una existencia, Ella queriendo mostrarse, yo mirando hacia otro lado.

Y el tiempo se agota, la Vida no puede esperar más, la arena del reloj se desliza y yo sigo sin querer ver, sin querer escuchar y a Ella se le termina su infinita paciencia.

No hay nada más desesperante que un ser humano que se cree poseedor de la verdad, que es incapaz de darse cuenta de que se ha fabricado un sueño y que vive dentro de él confundiéndolo con la realidad.

La Vida me ha hecho muchas advertencias: fracasos, desamores, pérdidas, abandonos, frustraciones, pero a pesar de todo yo he seguido caminando según mis propias reglas, como si supiera a dónde me dirigía, sin darme cuenta de que cada desengaño era una advertencia para cambiar el rumbo, un buen consejo para tomar otro camino.

Ante mi ceguera, ante mi sordera, ante mi tozudez, a la Vida no le ha quedado más remedio que pararme en seco; no le he dejado otro recurso más que el de mostrarse ante mí en toda su crudeza, en toda su fuerza. El cáncer ha sido la única manera de hacerme despertar de este sueño absurdo en el que llevo sumergida toda mi existencia.

El cielo se ha derrumbado sobre mi cabeza y el suelo se ha abierto bajo mis pies y todo ese inmenso artificio que he construido durante casi sesenta años se ha venido abajo, se ha pulverizado.

Me he quedado sola, desnuda, sin nada a lo que agarrarme, sin ningún lugar en el que refugiarme. La Vida me ha obligado a salir de la concha en la que me había escondido, del sueño en el que me había ocultado. La Vida me ha forzado a levantar la cabeza y a mirarla directamente a los ojos.

Pero Ella me ha dado una nueva oportunidad, tal vez la última, un nuevo comienzo, como si hubiera vuelto a nacer pero conservando todo lo experimentado, todo lo aprendido, todo lo sufrido. Como una niña-vieja que puede recordar sus errores y a la que aún le quedan fuerzas para caminar aunque no sepa ni quién es, ni siquiera si habrá algún sendero que recorrer, o será ella quien tendrá que abrirse camino entre la maleza.

Porque ahora todo ha cambiado, desde mi cuerpo hasta mi mente. Nada de lo que antes me configuraba me sirve ya, todo se me ha quedado pequeño, absurdo, inútil.

Sola, desnuda, sin saber quién soy ni en qué creo, sin prestar oídos ni a mi mente ni a mis pensamientos, que ahora sé que solo son un producto de esa mujer que ya no existe, que no es real, al igual que no lo es mi ego ni mi personalidad. Sola, desnuda, en medio de este inmenso desierto de arenas blancas donde no existe ni el norte ni el sur, ni el este ni el oeste, ni el cielo ni la tierra. Sola, desnuda, sin Dioses en los que creer ni a los que orar. Sola, desnuda, rodeada de vacío, de silencio, mientras me doy cuenta de que al fin, por primera vez en sesenta años, me siento VIVA.



viernes, 20 de marzo de 2015

UNA FE ADULTA?

¿Os habéis preguntado alguna vez por qué la mayoría de los chicos que hacen catequesis y la "primera comunión" en nuestras comunidades cristianas desaparecen los 15-16 años? Yo hace tiempo que le doy vueltas, mirando como sube año tras año la media de edad de los y las que participamos en las celebraciones religiosas.
Una causa posible yo creo que puede ser el infantilismo de la mayoría de conceptos que encontramos en nuestra praxis religiosa, y sobre todo en lo que dicen los líderes de nuestras comunidades. Me refiero tanto a la exégesis bíblica como los "consejos" para nuestra vida espiritual. ¿No creeis que nos mereceríamos unas interpretaciones menos literales y más adultas de los textos bíblicos? ¿Es necesaria la insistencia en "Jesús dijo" o "Abraham hizo", cuando muy probablemente ni Jesús dijo nunca eso o ni siquiera Abraham existió? Todo ello por no hablar de los "consejos" para nuestra vida espiritual que, como mucho, no hacen más que repetir lo que hemos oído tantas veces desde nuestra más tierna infancia.
¿Qué pediría? Sencillamente que nos traten como personas adultas e inteligentes que somos. Los textos bíblicos no son narraciones como las que encontramos en los actuales libros de historia. Son relatos para alimentar la vida espiritual y la fe de las personas a las que van dirigidos. Y es justamente eso lo que queremos oir en nuestras celebraciones. Cada vez que un cura pronuncia el fatídico "Jesús dijo", no puedo evitar sentirme ofendido, porque considero que aquel hombre me considera un niño incapaz de saber y entender lo que él sabe.
Y para terminar dejadme compartir una anécdota de mis años de formación religiosa. Un presbítero sapientísimo nos hizo una clase sobre la resurrección de Jesús y sobre el mismo hecho de la resurrección. En resumen nos dijo que los textos explicaban la experiencia íntima de las primeras comunidades de seguidores de Jesús, que lo sentían vivo y entre ellos y ellas. Creo que no habían pasado ni dos horas cuando el mismo presbítero sapientísimo hacía la homilía en la iglesia. Como os podéis imaginar no dijo absolutamente nada de lo que nos había explicado en clase. En la efervescencia de mis veintypocos años, fui a interpelarle enseguida. Su respuesta fue que "la gente no entendería lo que os conté a vosotros."
¿No podría ser que nuestros chicos y chicas de 15-16 años se marchen de un lugar donde todavía se les trata como niños y niñas?

jueves, 26 de febrero de 2015

FUNDAMENTALISMO/S

Escribo esto impresionado aún por las imágenes de los mal denominados islamistas destrozando obras de arte de hace más de 4000 años en Asiria. Uno de ellos declaraba que hacían todo aquello para cumplir lo que les comandó el profeta de destruir todos los ídolos. El pobre diablo ignoraba que las estatuas que destruía no correspondían a ningún dios o ídolo, sino que eran de reyes y gobernantes.

Pero destruir obras de arte no es lo más grave que han hecho estos criminales. Ayer comíamos con la noticia que habían entrado en un pueblo kurdo y habían secuestrado a más de 100 personas, en su mayoría ancianos, mujeres y niños, sólo por ser cristianos/as. Por la noche supimos que el número se acercaba a los 200 y que "habían comenzado a asesinarles". Y cuando estos miserables asesinan, lo hacen de la forma más bárbara posible: por degüellamiento, ante las cámaras, después de haber vejado e insultado a la víctima. O por lapidación. O aún de una forma más cruel: por lanzamiento al vacío, tal como vimos con horror la semana pasada que hacían con uno hombres porque "eran homosexuales".

Aún impresionado por esta barbarie, y coincidiendo en el tiempo, hemos podido conocer lo que la conferencia episcopal de la iglesia católica española considera que debe enseñarse en las clases de religión de la enseñanza primaria y secundaria. Es verdad que estos fundamentalistas no asesinan ni destrozan obras de arte, pero no andan muy alejados de sus "hermanos" del mal denominado "estado islámico". Porque en el currículo de la asignatura encontramos la condena a la infelicidad para quien no es "amigo de Dios", echando al traste siglos de diálogo interreligioso y contradiciendo el mensaje de amor, misericordia e inclusión radical de los textos evangélicos y de Jesús de Nazaret. También se afirma que lxs alumnxs deben ver el cosmos y toda la creación como obra directa de Dios, sin nada que ver con el azar, tesis idéntica a la de los creacionistas norteamericanos que han logrado prohibir que se explique la teoría de la evolución en algunas escuelas de su país.

Este pasado domingo, el obispo de Sant Feliu de Llobregat, Barcelona, decía que "no podían orar"(...) "aquellos que creen que Dios es un ser indeterminado, sin rostro ni nombre, que habrá de ser hallado por acuerdo entre religiones"(...) "o quienes entienden que la fe cristiana consiste en la transformación del mundo según un modelo utópico", apartándose él también de lxs grandes místicos de todas las tradiciones religiosas que ven y viven la divinidad de la misma forma y de las escuelas teológicas contemporáneas, que ven en el aquí y ahora transformado por nuestras manos el Reino del que habla Jesús.

Si fuese un cristiano sirio, probablemente hoy tendría que huir de mi casa para que no me secuestraran y asesinaran los fundamentalistas. Si fuese homosexual en Iran, probablemente ya habría muerto porque los talibanes me habrían lanzado al vacío desde algun edificio, o me habrían lapidado.

Soy homosexual y cristiano y vivo (de momento) en el estado español. Pero aquí tampoco no estoy a salvo de los fundamentalismos de la conferencia episcopal o de mi obispo, que dice que soy de los que no podemos hacer oración porque nunca he visto el rostro de Dios ni me atrevo a decir su nombre, o porque creo que el Reino llega a travérs de nosotros, que colaboramos día a día en la obra maravillosa de la creación.

Malos tiempos...

domingo, 22 de febrero de 2015

AYUNO Y ABSTINENCIA 2015

Jesús..

¡AQUELLAS PIEZAS ARQUEOLÓGICAS!Ayuno y abstinencia-2015MARI PAZ LÓPEZ SANTOS, pazsantos@pazsantos.com
MADRID.
ECLESALIA, 23/02/15.- Empieza la Cuaresma un año más. Han pasado ya diez años desde que escribí sobre este tema. He vuelto a leer el artículo (ECLESALIA, 18/02/05) con ánimo de ponerme a tono ante la llegada de la Cuaresma.
¡Qué livianas me parecen mis palabras de entonces! Después de tres mil seiscientos cincuenta y pico días y, aunque “lo escrito, escrito está” y era para un tiempo concreto, han cambiado muchos las cosas.
Entonces aún nadábamos en la abundancia (o eso creíamos); aún no habían saltado por los aires los engranajes de un pozo de corrupción financiera, económica y política a nivel mundial; aún no nos sonaban nombres como Lemans Brothers, Prima de Riesgo, Rescate, Perdonar Deuda a países del Bloque Occidental; aún no aguantábamos un Paro desorbitante pues fluía dinero no controlado (eso se ha visto luego); había Paro pero no a los niveles que tocamos ahora. Aunque es buena la memoria y recordemos que, aún en la abundancia, la denominación “mileurista” es de aquellos tiempos. Aún podíamos hablar del 0,7 para los países en vías de desarrollo; aún… aún no había estallado la Crisis.
Aquí estoy de vuelta preguntándome como hace 10 años si el ayuno y la abstinencia tienen un sentido traducido a nuestros días: los del año 2015, después de siete años de caída libre y recortes sociales hasta en lo más esencial y pagando siempre los de abajo.
¿Cómo vivir el ayuno y la abstinencia en este momento cuando ya casi no sirven los planteamientos de hace unos pocos años?
… Y si el ayuno y la abstinencia se convirtieran en ayuda y asistencia a quienes no tienen ingresos.
… Y si la denuncia de las injusticias se convirtiera en un deber diario sumando voces más allá de ideas y colores políticos.
… Y si empezáramos a hacer gestos de apoyo mutuo, intercambiando tiempo y cuidado unos por otros.
… Y si la televisión pasara a un segundo o tercer plano en la realidad de nuestros hogares. De esto ya hablaba en el anterior… pero seguimos dependiendo más y más de los medios.
… Y si apagamos el móvil de vez en cuando. No dije poner en vibración ni en silencio (¡hace diez años no teníamos whatsapp!) digo practicar la desconexión como una forma de terapia.
… Y si diéramos tiempo a la conversación, a la escucha, a dar nuestro tiempo con quienes están más solos.
… Y si hiciéramos más cosas de esas que no cuestan dinero.
… Y si no nos dejáramos saquear por las grandes compañías y exigiéramos un trato más humano, por ejemplo: no hablar con ordenadores por teléfono; no pagar por pedir información a un banco, aseguradora o compañía de telefonía; no dar datos personales sin que a su vez nos faciliten los de la empresa.
… Y si cada vez más participáramos en Mareas (blancas, verdes… científicas, artísticas, etc.) que siguieran impulsado la protesta ante tanto despropósito.
… Y si fomentáramos el encuentro interreligioso en pequeños detalles de la vida para que dejáramos de mirar “al otro” como estereotipo, el diferente, el “no-yo”.
… Y si dedicamos más tiempo al silencio, a la oración, a la meditación para recobrar energía y sentido, necesarios para salir al ruedo de la vida de todos los días.
… Y si dejáramos de escuchar tanta confrontación y violencia política hasta que se dieran cuenta de que hay que ponerse de acuerdo en beneficio de todos y en perjuicio de los que abusan y se corrompen.
… Y si en esta Cuaresma, el ayuno es el de muchos padres que han visto partir a sus hijos a buscar trabajo en otros países. Ayunar de hijos… es muy triste.
… Y si en esta Cuaresma, la abstinencia la vemos materializada en quienes se abstienen de ir a su casa, porque han sido desahuciados por los bancos; en quienes esperan su medicación contra el cáncer, la hepatitis C (y otras) que no llega porque el presupuesto se gastó en otra cosa.
Creo que después de estos 10 años, el ayuno y la abstinencia que es mucho más que si como carne o pescado, se han convertido para muchas personas en el modo de vida; una vida no elegida pero sí sufrida. Cáritas sabe muy bien qué es ayunar y qué es abstenerse mucho más de 40 días.
La Cuaresma puede ser el principio de un camino de conversión. Los cuarenta días que dura es el pistoletazo de salida. Si algo caló, el año se quedará pequeño para vivir una vida en coherencia y solidaridad y querremos comprometernos cada día de nuestra vida.
Que no tengamos que escuchar un año más las palabras de Jesús: “¿Todavía no comprendéis ni entendéis nada?” (Mc 8, 14-21). No, no atendemos, no entendemos y no comprendemos; por mucho que nos advierta seguimos tragando la levadura de los que engañan y manipulan.
Unas palabras del Papa Francisco en su Mensaje para la Cuaresma 2015 también ayudarán en este tiempo: “Toda comunidad cristiana está llamada a cruzar el umbral que la pone en relación con la sociedad que la rodea, con los pobres y los alejados. La Iglesia por naturaleza es misionera, no debe quedarse replegada en sí misma, sino que es enviada a todos los hombres”.
Vayamos, entonces, como mujeres y hombres libres: con ojos que miran y ven; oídos que oyen y saben escuchar; con mente que clara que sepa discernir y no se deje manipular; y con un corazón atento y amante ante el sufrimiento humano. Sin olvidar la alegría que produce la levadura que, compartiendo el pan con otros, al final sobra. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

martes, 10 de febrero de 2015

ORACIÓN DE LA PERSONA DESPIERTA



Vida:

Deshaz en mí todo aquello que necesite ser deshecho.

Corrige mi esperanza de ser enmendado.

Úsame. Saca de mí cada ápice de creatividad. Ayúdame a vivir una vida radicalmente extraordinaria, forjando siempre un camino jamás-antes-transitado en el bosque.

Enséñame cómo amar con más profundidad, como nunca antes creí que fuera posible.

Cualquier cosa de la que siga huyendo, síguemela mostrando con absoluta evidencia.

Cualquier cosa con la que siga en conflicto, ayúdame a suavizarme en ella, a relajarme en ella, a abrazarla completamente.

En donde mi corazón continúe cerrado, muéstrame la forma de abrirlo sin recurrir a la violencia.

Todo aquello a lo que me siga aferrando, ayúdame a dejarlo ir.

Regálame desafíos, luchas y obstáculos aparentemente insuperables, si crees que eso me ayude a tener una más profunda humildad y confianza en la inteligencia de la vida.

Ayúdame a reírme de mi propia seriedad.

Permíteme encontrar el humor en los lugares más oscuros.

Muéstrame un profundo sentido de descanso en medio de cada tormenta.

No me libres de la verdad. Nunca.

Deja que la gratitud sea mi guía.

Deja que el perdón sea mi mantra.

Deja que este momento sea mi eterna compañía.

Permíteme ver tu rostro en cada rostro.

Permíteme sentir tu cálida presencia en mi propia presencia.

Sostenme cuando tropiece.

Respírame cuando yo no pueda respirar.

Permíteme morir viviendo, no vivir muriendo.

Amén.
Jeff Foster


martes, 3 de febrero de 2015

San Romero de América

Comparto con vosotrxs el bello texto que me ha hecho llegar mi amigo y hermano Mauricio, obispo de la Iglesia Guadalupana.

“San Romero de América”
35 años ha demorado la jerarquía de Roma para hacer caso a la aclamación del pueblo salvadoreño y latinoamericano de que “San Romero de América” brilla con luz divina para los empobrecidos del Continente y del mundo. Cuánto se han demorado en atender a la voz del pueblo. (Vox Populi Vox Dei) (La voz del pueblo es la voz de Dios).  La noticia que tenía que llegar la recibimos con corazón y esperanza viva, es una re significación del Amor Eficaz, “dar la vida por el otro”.
En medio de tanta mentira, engaño, injusticia y tanta muerte en el Continente, la persona de Monseñor Oscar Arnulfo Romero marca un hito en el liderazgo y pastoreo por los demás. Fue un hombre cabal, compasivo y misericordioso, anunciador de la Buena Nueva, capaz de asumir el reto de entregar la vida por Amor. El pueblo sencillo no tiene empacho en dudar y proclamar “Santo” al que las balas asesinas le arrebataron la vida, no lograron acallar su palabra que es Evangelio Vivo.
Don Pedro Casaldáliga, también obispo y profeta de nuestra Latinoamérica, escribía a los pocos días del asesinato, una triple  realidad: “Monseñor Romero dijo la verdad, nos defendió a  nosotros los pobres, y por eso lo mataron”, fue de los pocos que reconocieron inmediatamente que Romero era Santo, Profeta, Pastor y Mártir. Un Santo muy nuestro, que caminó en nuestras luchas, que reivindicó nuestra sencillez y condenó a los que nos empobrecían. Su compromiso con el pueblo lo vuelve un santo diferente a los del altar, Romero es un Santo de casa, que se ganó las puertas abiertas al caminar en el codo a codo en el sufrimiento de la gente. Sonaba a blasfemia este anuncio de Monseñor Casaldáliga, llamar Santo, a quien la jerarquía romana veía como un peligro  a los intereses del poder de esa otra iglesia, la que arrastraba la marca de Constantino y el acomodo.
No se quedó en el Salvador, se volvió universal, porque así es el Evangelio, palabra que se encarna en la realidad del pueblo de Dios en un contexto de guerra y de violencia, marcado por el imperialismo y sus titiriteros. Ser considerado Santo es un título reconocido por creyentes y no creyentes, por católicos y evangélicos, por marxistas y luchadores sociales que defienden la vida y la dignidad de los pobres en el caminar paso a paso aportando a la construcción de Otra Sociedad Posible tras las huellas de Romero de América.
Con qué ternura le reza y le pide al Dios de la Vida por intercesión  de este Santo contemporáneo, nuestra gente sencilla. Su martirio y entrega de Amor Eficaz se asimila a la de muchos y muchas lideresas latinoamericanas que siguen rubricando el compromiso por el pueblo. La lista es interminable y Romero tomó la posta de tantos mártires y profetas del pueblo que la jerarquía no quiere reconocer, quizá porque llaman a la conversión, a salir del acomodo y a caminar junto al pueblo. Superar el miedo a la desinstalación es parte de la exigencia de la entrega y compromiso que Romero asumió. El asesinato de su sacerdote y amigo Rutilio fue el punto de inicio para el cambio, si él lo logró por qué  no lo hacemos nosotros. La gente llena de papeles y de placas reconociendo sus favores o milagros. Tanto en vida como desde el cielo sigue estando junto a los que el mismo Jesús de Nazaret optó: los más empobrecidos del sistema.
Roma quiere hacer este reconocimiento ahora, bienvenido, que la palabra encarnada de Romero continua resonando y sigue su ruta en el caminar  de un pueblo que siente la presencia del Dios de la Vida en lo cotidiano. Su reconocimiento es algo que se lo ganó en vida,  hacen falta pastores hoy  con esa entrega amorosa, convencerse que el pueblo, la voz de Dios, se expresa con sonido propio y nada la podrá acallar. San Romero de América, el pueblo sabio sencillo ya te reconoció.
Qué distinto el proceso de otros venerables hombres y mujeres que llegaron a los altares en tiempos record. Romero, aún de muerto seguía siendo considerado como un peligro para el poder establecido y para las mismas jerarquías cristianas y gubernamentales. Romero interpela a todos e invita a la construcción de la verdad colectiva. Sus mismos hermanos de episcopado lo persiguieron y le dieron la espalda, sólo uno, el obispo Rivera quien secundó a Monseñor Romero en pronunciamientos como la carta pastoral a las organizaciones populares. Ellos, lobos vestidos de pastores volvieron a criminalizarlo en la visita del Papa Juan Pablo II en el año 1996, lo acusaron de ser el responsable de 70.000 muertes en el Salvador.
En la visita de Juan Pablo II al Salvador no quiso reconocer la persecución y la muerte sistemática de los militares en contra de la Iglesia de los Pobres y menos del martirio de religiosas, sacerdotes y laicos, más aún, le amonestó diciendo que estaba a un paso de caer en el “comunismo”. Lo mismo ocurrió en la visita a Roma; él volvió triste, se dejó a acompañar en el sentimiento del Padre Arrupe y del Cardenal Pironio, también mal entendidos en sus prácticas y entregas a favor de los excluidos del sistema y de la misma jerarquía.
Ser fiel a Jesús y al Evangelio eran su carta de presentación. La voz de los obispos latinoamericanos reunidos en Medellín y Puebla marcaron la ruta a seguir. El Vaticano II, las encíclicas sociales presentaban a un Dios encarnado en la realidad de los pobres. Allí está el peligro sentido por la jerarquía romana. Vivir el evangelio significa ser coherentes con el llamado de Jesús hasta el punto extremo de entregar la propia vida. 
John Sobrino nos hacía caer en cuenta que otra de las dificultades de Roma para reconocer a Monseñor Romero como Santo era que no se podía consagrar a nadie que vaya en contra del poder, aceptar ésta beatificación es aceptar a Romero como un modelo ejemplar de vida cristiana y humana y deslegitimar a los poderosos del Salvador y del Continente entero que siguen persiguiendo a la Iglesia de los pobres.
Monseñor Romero fue asesinado y eso le da el título de Mártir de la fe. Nos viene a la memoria y la tenemos fresca después de 35 años, ¿Dónde están sus asesinos, los autores intelectuales y materiales?, siguen paseando por las calles del imperio estadounidense, protegidos de quien invirtió para negar que la voz de Romero tome vigor. Los culpables siguen campeando en las calles y en los puestos oficiales del mismo gobierno, idolatrando al dios del poder y del dinero que se quiso imponer a sangre y fuego. Continúa el poder ensalzando y encubriendo a los asesinos, victimizando a los victimarios. ¿Roma va a tomar en cuenta esto para este reconocimiento al que el pueblo ya se pronunció? ¿Van a pedir perdón y olvido, como se está acostumbrado con los crímenes de lesa humanidad? Esperamos un pronunciamiento real en contra de los asesinos del pueblo salvadoreño, que después de 35 años, los escuadrones de la muerte siguen persiguiendo y asesinando al pueblo,  no los desmontaron, cambiaron de nombre, al igual que en Nicaragua, Colombia, Chile o Argentina.
“El Buen Pastor da la vida por su pueblo”, así lo hizo, cumplió el mandato evangélico. Su reconocimiento no es sólo en casa propia sino que traspasó el vecindario. Se volvió un santo universal, antes que Roma lo reconociera, dejó a un lado las ortodoxias y exigencias de los hombres que manejan el Vaticano.
En el pensamiento popular, la figura de Monseñor Romero se convirtió en un estandarte para recorrer lo andado. Son huellas de esperanza en que los empobrecidos nos identificamos plenamente. Romero: Camino, Verdad y Vida, como su Maestro, allá es donde tenemos que llegar.
Monseñor nos devuelve lo grandioso del Evangelio: la autenticidad, sencillez con que hay que amar a los demás, el proceso, la organización, los pobres, el barrio, la ternura para actuar, la fidelidad a la causa de la Vida Digna, a la Justicia, la Paz… La Verdad prevalece en este reconocimiento a Monseñor Romero. Si es algo de transparencia con la historia, hay que destapar la podredumbre que se oculta al interior del poder, sea cual fuese. La verdad no se la puede seguir ocultando. Que aparezcan los responsables de nuestros muertos, los autores intelectuales de nuestros desaparecidos, los que propinaron los golpes en las torturas a nuestros líderes, a quienes intencionaron callar la voz de los sencillos.
Monseñor Romero se reencontró con el rostro de Dios, dicho y reconocido por los obispos latinoamericanos en Puebla. Su ser Profeta le dio la autoridad para denunciar la desatención y el abandono a los más necesitados, la cultura hedonista impuesta por el sistema capitalista, el despilfarro de recursos en medio de tanta pobreza, los falsos Epulones, escondidos con fachada en las multinacionales y el capital financiero que llena los bolsillos de los mismos poderosos que lo mandaron matar. En medio de esas contradicciones anti evangélicas anuncio al Dios de la Vida que acompaña a nuestro pueblo en sus luchas. A ese Dios amoroso, tierno y compasivo y que devuelve la voz a aquellos que se les había arrebatado.
Ser coherente, vivir el cristianismo hasta el extremo no es nada fácil, tampoco es imposible. Tomar la vida en serio es asumir los retos contra el sistema. Es Amar de manera Eficaz, asumir la vida del otro como ofrenda de amor a Dios y la comunidad. Ser fiel a estos principios nos vuelve personas creíbles, éticas y cargadas hasta rebosar en una fe en el Dios que nos da la vida. Fieles hasta el final. Hacer las cosas por convencimiento, con entereza. En el Dios de San Romero nos volvemos más humanos y más divinos a la vez, porque recuperamos la dignidad que pretendieron arrebatarnos como hombres y como hijos de Dios que somos. Pasar haciendo el bien, seguir convencidos en la lucha de los pobres es nuestro llamado. Servir a los pobres es reencontrarnos con el rostro de Dios que el sistema nos sigue ocultando.
Bien por este reconocimiento, porque dan la razón a ésta Iglesia de los Pobres que no ha pretendido otra cosa sino vivir a cabalidad la fidelidad al Amor a Dios a través del servicio a los demás. Lo único que hemos pretendido es vivir el Evangelio desde la realidad de nuestro pueblo. Monseñor Romero, Santo, Pastor y Mártir, te aclamamos como el Bienaventurado de nuestros tiempos. No acallaron la voz del Profeta, sigue hablando en nuestro compromiso por la Vida.
La Beatificación de “San Romero”, aunque tarde, llama a la conversión a todos. Invita también a mirar la realidad de nuestros espacios sociales, eclesiales y organizativos. Recordar el martirio de San Romero es no olvidar las víctimas del Continente, las injusticias y atropellos que se siguen cometiendo, el silencio y la complicidad de una jerarquía aliada con el terrorismo estatal. Si levantamos la figura de Monseñor Romero como Mártir, Pastor y Profeta es porque lo aprendido en él es a revertir el rumbo de la historia que se escribe desde los empobrecidos. Reconocer las virtudes de Oscar Arnulfo Romero es devolver las dignidad de las víctimas y de sus familiares. La tarea: debemos continuar.
¡Gloria en San Oscar Romero a los mártires del Continente!
¡Romero Vive, Vive!, ¡La Lucha sigue y sigue! 

Mauricio