jueves, 30 de julio de 2015

UNA FE ADULTA (y 3)


Sigo reflexionando sobre el infantilismo y la desaparición de los chicos y chicas de 15-16 años de nuestras comunidades parroquiales.
Precisamente me ha llegado a las manos un decálogo elaborada hace unos años por el lingüista norteamericano Noam Chomsky: “Lista de las 10 estrategias de manipulación a través de los medios”. Son éstas. Después de cada una y entre paréntesis he añadido lo que me ha parecido un ejemplo de esta estrategia en el ámbito eclesial:

1) La distracción: desviar la atención del público de los problemas importantes, por medio de la técnica del diluvio o inundación de distracciones e informaciones insignificantes. (Algunas celebraciones no son más que un diluvio de distracciones, por no hablar de según qué homilías. ¿Y qué decir de los catecismos, que hablan de todo y a menudo olvidan, e incluso esconden, lo más importante: el amor incondicional, la misericordia sin límites, la inclusión radical del mensaje de Jesús?)

2) Crear problemas y luego ofrecer soluciones, como por ejemplo crear una crisis económica para hacer aceptar como mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos. (Todo el tema del pecado y la redención está directamente relacionado con esta estrategia. Un pueblo de pecadores, hundido bajo un sentimiento de culpa, un pueblo por tanto que fácilmente renuncia a sus derechos y acepta las barbaridades de las jerarquías sin rechistar).

3)     La gradualidad: para hacer que se acepte una medida inaceptable, aplicarla gradualmente, año tras año, tal como se ha hecho con las privatizaciones, la precariedad, el recorte de los sueldos. (Aquí viene como anillo al dedo recordar las intrigas palaciegas de la curia vaticana, una auténtica maestra de la manipulación…)

4)     El diferir: presentar una decisión impopular como “dolorosa y necesaria”, como sacrificio para el futuro. (¿Quién no ha escuchado por boca de una persona piadosa, sacerdote o no, aquello de “llevar la cruz para alcanzar la vida eterna”? Aún recuerdo una homilía muy reciente de un curilla joven que invitaba a renunciar al propio albedrío porque “el papa sabía lo que había que hacer, porque es el vicario de Cristo en la tierra”. ¿Qué chico o chica de 15 años es capaz de escuchar esto y no salir huyendo?)

5)     Dirigirse a la gente como a niños: la mayoría de la publicidad utiliza discurso, argumentos, personajes y entonaciones infantiles, próximos a la debilidad mental. (Citemos aquí algunos “tonillos” que utilizan no pocos curas, y, nuevamente, algunas homilías que parecen dirigidas, efectivamente, a débiles mentales).

6)     Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión, cosa que causa un cortocircuito en el análisis racional y en el sentido crítico de las personas. (Me viene a la mente la película “La pasión de Cristo”, de Mel Gibson, en la que imperaba la víscera, literalmente, por encima de cualquier intento de reflexión histórico-crítica sobre la tortura, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret. Algunos discursos que se escuchan en nuestras celebraciones, ya sean moniciones, oraciones de los fieles o homilías, abundan en este aspecto emocional que imposibilita una profundización y un avance en la vida espiritual de los que los escuchan).

7)     Mantener a la gente en la ignorancia y la mediocridad, de forma que la distancia ignorante entre las clases inferiores y las superiores sea insalvable para las clases inferiores. (El ejemplo que ponía en el primer artículo de esta trilogía, de aquel profesor de Sagrada Escritura que hacía dos discursos distintos sobre la resurrección de Jesús: uno dirigido a los clérigos en formación y otro dirigido al mal denominado “pueblo fiel”. O la insistencia de algunos curas en el “Jesús dijo” o “Abraham hizo”, cuando todos los estudiosos de la Biblia coinciden en que ni Jesús nunca dijo aquello ni Abraham hubiese sido algo más que un mito).

8)     Estimular a la gente en ser complaciente con la mediocridad.(Una estructura eclesial fuertemente jerarquizada, en la que las bases sólo pueden obedecer sin rechistar, sin reflexionar, sin cuestionar. Unas bases que devienen profundamente mediocres).

9)     Reforzar la auto culpabilidad: hacer creer a la persona que ella sola es la culpable de su desgracia y de sus fallos. (La insistencia en las nociones de pecado, de redención, de reparación en muchos discursos eclesiales favorece la visión de un@ mism@ como indigno, como mediocre, como falto de algo. Lo contrario sería la insistencia en la teología de la bendición original, que insiste en nuestra realidad “bendecida”, positiva, profundamente divina).

10) Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen. (El ejemplo de esta estrategia no puede ser otro que el de las jerarquías y la clerecía en general, que teóricamente ha hecho voto de celibato y que, por tanto, no conoce de primera mano la conyugalidad, pontificando, juzgando y aconsejando sobre sexualidad, amor, matrimonio, familia, pareja y relación padres-hijos)

Chomsky elaboró esta lista pensando en los medios de comunicación, pero yo no he podido evitar trasladarlas al ámbito eclesial. Seguramente que muchos de sus ejecutores en las iglesias no son del todo conscientes del poder manipulador e infantilizador de estas estrategias.


Termino esta trilogía de artículos sobre la fe adulta haciendo un llamamiento para construir comunidades adultas y responsables, que sean un contrapunto positivo a la manipulación que nuestros y nuestras jóvenes encuentran cada día en la calle, en la escuela, en los medios de comunicación, en el grupo o incluso en casa. Hagamos de nuestras comunidades ámbitos de adultez, de reflexión, de sentido crítico, de conocimiento, de coraje. Quizás así nuestros y nuestras jóvenes encuentren razones para permanecer en nuestras comunidades. ¡Quizás así estaríamos anunciando realmente una Buena Nueva!

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