jueves, 1 de octubre de 2015

UNA FILIAL SÚPLICA PARA QUE FRANCISCO ABANDONE EL EVANGELIO


Casi medio millón de cristianos y cristianas de todo el mundo han dirigido a principios de agosto una “filial súplica” al papa Francisco para que lxs católicxs divorciadxs y vueltxs a casar civilmente sean excluídxs de la comunión eucarística y para que se reafirme en que las uniones de personas del mismo sexo “son contrarias a la ley divina y a la ley natural”. Encabeza la “filial súplica” el cardenal Burke, a quien podemos ver en la ilustración que acompaña este escrito.

Como casi siempre que topo con reacciones de esta calaña, lo primero que me viene a la cabeza es preguntarme qué hubiera hecho Jesús, qué hubiese dicho, cómo hubiese actuado. Y me llegan al corazón el torrente de palabras y de hechos de misericordia y de amor incondicional que relatan los evangelios. Y entonces quiero imaginar que los firmantes de la “filial súplica”, con el señor de la cola en cabeza, deben recordar, cando firman este tipo de escritos o hasta incluso cuando se manifiestan por las calles de algunas ciudades, las pocas palabras de condena que algunos escritos evangélicos ponen en boca de Jesús.

¿A quién seguimos, las personas que nos consideramos cristianas? ¿Al Jesús rompedor, radical y lleno de amor y misericordia o al Jesús de los truenos y relámpagos y las condenas al fuego eterno? ¿Cómo podemos formar parte de la misma iglesia personas con concepciones tan diferentes de la vida, de la humanidad, de las relaciones y del mundo? Y aún una pregunta más chocante: ¿realmente valen la pena los esfuerzos para mantener la “unidad”, si a la hora de la verdad, a la hora de amar, de perdonar, de incluir, mis hermanos y hermanas de las “filiales súplicas” piensan y hacen exactamente lo contrario que yo y, lo que es peor, lo contrario de lo que creo que Jesús dijo e hizo?

 Las personas que se divorcian lo hacen después de un proceso largo y doloroso, que les lleva a terminar una relación que pensaban y deseaban que fuese para toda la vida. Si después de este dolor algunxs de ellxs pueden rehacer la vida con otra persona, ¿cómo se puede defender que no pueden participar del banquete del amor incondicional que es la eucaristía?

Y por lo que respecta a las familias homosexuales, mi experiencia cotidiana me dice que sólo tienen actitudes de rechazo o de condena las personas que no han tenido la gracia de conocer alguna de estas familias de cerca. Bueno, y algunos obispos, que a pesar de conocernos bien, aún siguen con aquello de que somos contrarios “a la ley divina y a la ley natural”.


Después del Sínodo de la Familia que empieza el 3 de octubre seguiremos hablando de ello. Ojalá no se cumplan mis malos presagios…

2 comentarios:

  1. Creo que para este caso me quedo con la máxima aquella de "si no esperas nada de nadie no te llevas decepciones"

    Un abrazo

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  2. Efectivamente! Pero es que me da tanta rabia tirar la toalla! Es como si le dijeras al Espíritu: "Ni tu puedes con eso"!

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