martes, 24 de julio de 2018

JESÚS QUEER

“Entre tanto, llegaron la madre y los hermanos de Jesús, pero se quedaron fuera y mandaron llamarle. La gente que estaba sentada alrededor de Jesús le avisó: - Tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan. Él les contestó: - ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor, añadió: - Estos son mi madre y mis hermanos. Todo el que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Marcos 3, 31-35)


Este fragmento del evangelio de Marcos forma parte de una de las fuentes más antiguas de los evangelios, la llamada “de los dichos de Jesús”. El mundo académico bíblico considera esta fuente como uno de los estratos más primitivos de la tradición de Jesús[1]; es decir, estos “dichos” constituyen lo más lejos que podemos llegar en la búsqueda del Jesús más auténtico[2], menos adulterado por las influencias menos radicales y más acomodaticias de las comunidades redactoras de los textos del Nuevo Testamento.
Quien haya leído hasta aquí se debe estar preguntando si tiene en sus manos “Gehitu Magazine” o el último número de la revista de la Facultad de Teología de Deusto. Mi intención, amable lector, amable lectora, es acercar a la comunidad LGTBIQ una visión distinta del cristianismo y de Jesús. Muy distinta de la que suelen dar las jerarquías más fundamentalistas de las iglesias, ya sean de tradición católica o reformada, que de todo hay en la viña del Señor.

Jesús, las iglesias y la familia
Así pues, volvamos a las palabras de Jesús y veamos qué dice y sobretodo, en qué consideración tiene a su familia. A mí también me ha llegado el chascarrillo de la familia de Jesús, con una madre soltera y una paloma. Hoy quisiera escapar del chascarrillo fácil y centrarme en lo que (muy probablemente) dijo Jesús de la familia, de su familia. Su madre y sus hermanos y hermanas van a buscarle porque les preocupa lo que dice Jesús y su estilo de vida, siempre rodeado de lo más bajo a la luz de la sociedad judía de la época: mujeres, prostitutas, colaboracionistas, enfermos, gente impura, extranjeros y extranjeras… Y la respuesta de Jesús, como hemos visto, es renegar de su propia familia y crear otra estructura familiar, una familia nueva, formada por aquellos y aquellas que “hacen la voluntad de Dios”.
No es ésta la única vez que Jesús pone a parir a “la familia”. Cabe recordar al joven que quiere ir a enterrar a su padre (¡obligación sagrada para un judío!) y Jesús le contesta que deje que los muertos entierren a sus muertos[3]. O cuando invita a seguirle a los primeros apóstoles, que “dejan a su padre en la barca” y siguen a Jesús[4]. O aún una frase mucho más radical “El que no odie padre y madre no puede ser mi discípulo; y el que no odie hijo e hija no puede ser mi discípulo”[5].
Paradójicamente, cuando los gerifaltes de las distintas iglesias sermonean sobre la familia tradicional, la familia “que Dios quiere”, olvidan estas duras palabras y actitudes de Jesús sobre la familia. Aquí llegamos a la primera idea que me gustaría transmitiros. Generalmente las religiones (y el cristianismo en particular) hablan mucho más de cultura que de experiencia trascendente. Cuando dictan normas, cuando excluyen, cuando “premian” y “castigan”, lo hacen movidas por conceptos y esquemas humanos, que intentan justificar en base a escritos sagrados o a revelaciones divinas. Para hacerlo suelen recoger aquellos fragmentos que convienen a sus concepciones sociales, y suelen olvidar, borrar o tergiversar aquellas palabras “divinas” que no concuerdan con lo que quieren condenar o mostrar como ejemplar.
Así pues, las jerarquías de la mayoría de iglesias cristianas suelen considerar que las llamadas “familias tradicionales” son las únicas bendecidas por Dios, por las escrituras y por Jesús. Y además tienen la desfachatez de afirmar que las otras familias, las familias LGTB por ejemplo, estamos “fuera del designio divino”. Cuando hacen esto suelen ignorar las palabras y las prácticas de Jesús respecto a esta “familia tradicional”. Porque además de los dichos de Jesús que hemos leído más arriba está la misma práctica de Jesús. No olvidemos que para la sociedad judía de la época un hombre sin mujer y sin hijos era un fracaso y una vergüenza para los suyos. Y Jesús no sólo no tuvo mujer e hijos, sino que propuso una familia alternativa: la de aquellos y aquellas que le seguían por los caminos de Galilea, intentando traer el Reino de Dios a la tierra.

Jesús el outsider, fuera de lugar
Pero aún hay más. Por lo que conocemos de los evangelios, Jesús no se limita a poner en jaque a la familia con sus palabras y sus actos, sino que pone en jaque muchas más cosas. Consideremos, por ejemplo, el lugar en el que se sitúa. Normalmente está en caminos o descampados, que son exponentes típicos de “no-lugares”. Pocas veces entra en los núcleos urbanos. (Sólo llegará a la ciudad de Jerusalén al final de su viaje, para terminar ajusticiado como un marginal: en la cruz). Nunca se habla de “su casa”. Es más, incluso llega a decir “Las zorras tienen cuevas y las aves nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde recostar la cabeza”[6]. Estamos ante un descastado, un marginal, un asocial, un radical. Si me permitís el anacronismo, estamos ante un queer/cuir: Dice Lucas Platero que “la perspectiva queer…supone un cuestionamiento, una mirada crítica que se fija en los procesos de apropiación y descontextualización de los fenómenos que nos afectan, y que a menudo no tienen ni nombre”[7].
En efecto, Jesús vive rodeado y relacionándose con todo aquello que supone estar fuera de su sociedad. Ya lo hemos dicho, pero insistamos. Las mujeres y los niños eran consideradas personas sin derechos en la sociedad de su época. Y Jesús no sólo habla con ellos y ellas, sino que llega a ponerles como ejemplo: “Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos”[8]. En muchas ocasiones, sus mismos discípulos se extrañan de que hable con una mujer, ¡y extranjera![9].

Jesús, la impureza y lo raro
Capítulo aparte merece la actitud de Jesús respecto a la impureza. Las leyes judías eran terriblemente estrictas con lo que consideraban impuro: la sangre menstrual, las enfermedades, las mujeres públicas, los cadáveres, los extranjeros, etc. Y Jesús no tiene ningún reparo en relacionarse con todas estas personas. Lo primero que hace es romper la norma (relacionarse con algo impuro suponía un ritual largo y farragoso para volver a la pureza). Y lo segundo es eliminar la causa de la impureza y devolver la dignidad a la persona afectada. Son muchos los ejemplos de ello a lo largo de los textos evangélicos. Hay un amplio consenso entre los y las biblistas en que estas narraciones no hablan tanto de curaciones y reanimaciones de cadáveres como de la actitud de Jesús ante la marginación y la injusticia. Hablan del amor profundo de Jesús por cada persona que encontraba en su camino, fuera o no impura. Y si la sociedad la consideraba impura, la palabra y el gesto de Jesús la reintegraba a la dignidad.
Pero donde Jesús es plenamente queer es en su relación con otras personas de su época que podríamos considerar también queer. Me refiero a los eunucos y a otras personas con una sexualidad no normativa. En Mateo 19, 12 Jesús habla de los eunucos a causa del Reino de los cielos. En su sociedad, un eunuco era un hombre que no era hombre, que no se casaba, un hombre con ninguna dignidad. Y Jesús (como hace con los pecadores y los recaudadores de impuestos) los coloca en el camino del Reino.

Jesús y el amante del centurión
Por lo que respecta a otras personas queer  o con sexualidad no normativa, me gustaría detenerme un momento en el episodio del criado del centurión. Un episodio tan importante que ha legado una de sus frases a la celebración de la eucaristía: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa…”. Encontramos la narración en Mateo (8,5-13) y en Lucas (7,2-10). La versión original griega utiliza las palabras “pais” (Mateo) o “doulos” (Lucas). Las traducciones al castellano hablan de “asistente” o de “criado”. Los estudios antropológicos e históricos nos dicen que normalmente los centuriones mantenían una relación afectiva y sexual con sus asistentes o criados. Por lo tanto, cuando Jesús aceptó ir a casa del centurión para curar a su amante, estaba transgrediendo la norma por partida doble: se relacionaba con un extranjero invasor y a la vez con alguien impuro por su relación homoerótica. Además Jesús pone como ejemplo al centurión por su fe. Un análisis más pormenorizado de estas narraciones nos hace apreciar el movimiento que subyace en ellas: encontramos una acumulación nada usual de verbos que denotan movimiento (enviar, ir, venir, volver, entrar, salir…). También podemos ver cómo el centurión quiere evitar que Jesús entre en su casa, una casa impura, por los problemas que podría acarrearle con los guardianes de la moral, que estaban buscando una ocasión para condenarle. Así la famosa frase que se dice antes de la comunión cobra un significado más queer si cabe…
Con esta pequeña incursión en los dominios del Jesús más transgresor, más gamberro, más queer, ¿qué estoy queriendo decir? Y es más, ¿por qué lo estoy contando en una publicación LGTBIQ? En lo que queda de artículo voy a intentar contestar a estas preguntas. Y dejo para otro día una incursión en lo que pasó después de la cruz desde el punto de vista queer.

La falsedad de la familia tradicional
En primer lugar he querido poner de manifiesto la falsedad de la reivindicación de la familia tradicional basada en fundamentos cristianos o evangélicos. El discurso más auténtico de Jesús es radicalmente liberador para las mujeres y radicalmente crítico con las estructuras familiares patriarcales y opresoras de su época. En otra ocasión podríamos analizar otras voces del Nuevo Testamento, como Pablo, que son radicales en su inicio y que van transformándose en acomodaticias y claramente conservadoras a menudo que pasan los años y van siendo sustituidas por personas o comunidades más asentadas en el Imperio[10].
Así pues las proclamas a favor de la familia tradicional que difunden con tanto ahínco los medios cristianos y sus jerarquías se corresponden más con sus prejuicios y estereotipos que con las palabras y las obras de Jesús de Nazaret, de quien se consideran herederos.
En segundo lugar, creo que la comunidad LGTBIQ puede (y debe!) reivindicar su derecho a seguir a Jesús, sin exclusiones. Es evidente que a lo largo de la historia los y las seguidores de Jesús se han esforzado (y lo han conseguido!) en apartarnos, en perseguirnos y en marginarnos, como si Jesús mismo lo hubiera hecho. Nada más lejos de la realidad. No hay ni una sola palabra de Jesús que condene o desprecie a las personas con diversidad sexual o de identidad de género. Entre otras cosas porque la vivencia de la diversidad sexual en la época de Jesús no era en absoluto comparable con nuestra vivencia. Pero en estas líneas hemos visto cuál fue la actitud de Jesús con las personas o con las familias diversas. Y no tiene nada que ver con la que tienen algunos de sus seguidores en la actualidad. Por lo tanto, desde la comunidad LGTBIQ no debemos cesar de poner de manifiesto esta impostura de algunos de los seguidores actuales de Jesús.

¿Qué hacer y cómo hacer?
Y llegamos al final. Y esto, ¿cómo se hace? Si estas actitudes excluyentes de algunos seguidores de Jesús pertenecen al campo de los prejuicios y los estereotipos, debemos saber tratar con ellos. La teoría nos dice que para desmontarlos debemos saber ponernos en el lugar de quienes los utilizan. Por otra parte que la visibilización y el contacto son elementos que disuelven prejuicios y estereotipos. Todos los estudios sobre LGTBfobia concluyen que los índices más altos se encuentran en personas y colectivos que no tienen ningún contacto con personas LGTBI, además de en personas con disfunciones mentales y sociales. Mi experiencia propia me dice que a más visibilización y más contacto baja la exclusión y el rechazo de las personas LGTBI en las comunidades cristianas.
Queda pendiente una cuestión. ¿Por qué hay dirigentes y comunidades cristianas que a pesar de conocer de cerca a personas LGTBI persisten en sus actitudes de marginación, de exclusión y de rechazo? Conozco personalmente a algunos obispos católicos. He hablado con ellos de este tema. Reconocen que tienen amigos y amigas LGTB y conocen a mi fantástica familia queer: mi marido y nuestros tres hijos. Pero son incapaces de levantar su voz o de escribir algo que reconozca esta realidad. Creo que el dogmatismo y la verticalidad de la iglesia católica deben tener algo que ver. Lo de “quien se mueva no sale en la foto” no es exclusivo de algunos partidos políticos. En el campo reformado hemos asistido en los últimos meses a auténticos aquelarres que han expulsado y marginado a las comunidades más inclusivas, desgraciadamente, tal como ha hecho el Consejo Evangélico de Madrid expulsando a la Iglesia Evangélica Española (la más antigua del estado!) por su acogimiento a las personas LGTBI.
Y para terminar, no puedo dejar de mencionar la campaña que algunos fundamentalistas (tanto católicos como protestantes) han orquestado contra las leyes antidiscriminatorias que algunas comunidades y el estado han aprobado o están tramitando. Una campaña basada en la libertad religiosa, precisamente. Ni que decir tiene que creo que la libertad religiosa no lo debe permitir todo. ¿O es que si hubiera una comunidad religiosa que considerara que las personas de raza no blanca no tienen los mismos derechos o deben ser marginadas, lo admitiríamos por la libertad religiosa?
La comunidad LGTBI debe diseñar estrategias de contacto y de visibilización para desactivar los estereotipos y los prejuicios de algunas comunidades cristianas. A nivel personal reconozco que no siempre tengo la paciencia suficiente para hacerlo y que a menudo opto por un buen exabrupto o una acción contundente de protesta. Pero creo que es necesaria una planificación y una coordinación detallada para hacer frente a las comunidades fundamentalistas, cada vez más sibilinas y utilizando para sus argumentos la defensa de las libertades.
Tanto en la Associació Cristiana de Lesbianes, Gais, Transsexuals i Bisexuals de Catalunya (ACGIL) como en tantas comunidades inclusivas estamos en ello.
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 (Publicado en la Revista GEHITU núm.99)



[1] G.Theissen – A.Merz, El Jesús histórico, Sígueme, Salamanca 1999
[2] H.Moxnes, Poner a Jesús en su lugar, Verbo Divino, Estella 2005
[3] Lucas 9,59-60
[4] Marcos 1, 19-20
[5] Lucas 14,26
[6] Lucas 9,58
[7] R.Lucas Platero et al (Eds.), Barbarismos queer y otras esdrújulas, Bellaterra, Barcelona 2017, p.13
[8] Marcos 10,14
[9] Juan 4, 5-30
[10] J.D.Crossan, M.J.Borg, El primer Pablo; Verbo Divino, Estella 2009
1 G.THEISSEN – A.MERZ,
El Jesús histórico
, Sígueme, Salamanca 1999
2 H.MOXNES,
Poner a Jesús en su lugar
, Verbo Divino, Estella 2005
3 Lucas 9,59-60
4 Marcos 1, 19-20
5 Lucas 14,26
6 Lucas 9,58
7 R.LUCAS PLATERO ET AL (EDS.),
Barbarismos queer y otras esdrújulas
, Bellaterra, Barcelona 2017, p.13
8 Marcos 10,14
9 Juan 4, 5-30
10 J.D.CROSSAN, M.J.BORG,
El primer Pablo
; Verbo Divino, Estella 20
El Jesús histórico
, Sígueme, Salamanca 1999
2 H.MOXNES,
Poner a Jesús en su lugar
, Verbo Divino, Estella 2005
3 Lucas 9,59-60
4 Marcos 1, 19-20
5 Lucas 14,26
6 Lucas 9,58
7 R.LUCAS PLATERO ET AL (EDS.),
Barbarismos queer y otras esdrújulas
, Bellaterra, Barcelona 2017, p.13
8 Marcos 10,14
9 Juan 4, 5-30
10 J.D.CROSSAN, M.J.BORG,
El primer Pablo
; Verbo Divino, Estella