Casi
medio millón de cristianos y cristianas de todo el mundo han dirigido a
principios de agosto una “filial súplica” al papa Francisco para que lxs
católicxs divorciadxs y vueltxs a casar civilmente sean excluídxs de la
comunión eucarística y para que se reafirme en que las uniones de personas del
mismo sexo “son contrarias a la ley divina y a la ley natural”. Encabeza la
“filial súplica” el cardenal Burke, a quien podemos ver en la ilustración que
acompaña este escrito.
Como
casi siempre que topo con reacciones de esta calaña, lo primero que me viene a
la cabeza es preguntarme qué hubiera hecho Jesús, qué hubiese dicho, cómo
hubiese actuado. Y me llegan al corazón el torrente de palabras y de hechos de
misericordia y de amor incondicional que relatan los evangelios. Y entonces
quiero imaginar que los firmantes de la “filial súplica”, con el señor de la
cola en cabeza, deben recordar, cando firman este tipo de escritos o hasta
incluso cuando se manifiestan por las calles de algunas ciudades, las pocas
palabras de condena que algunos escritos evangélicos ponen en boca de Jesús.
¿A
quién seguimos, las personas que nos consideramos cristianas? ¿Al Jesús
rompedor, radical y lleno de amor y misericordia o al Jesús de los truenos y
relámpagos y las condenas al fuego eterno? ¿Cómo podemos formar parte de la
misma iglesia personas con concepciones tan diferentes de la vida, de la
humanidad, de las relaciones y del mundo? Y aún una pregunta más chocante:
¿realmente valen la pena los esfuerzos para mantener la “unidad”, si a la hora
de la verdad, a la hora de amar, de perdonar, de incluir, mis hermanos y
hermanas de las “filiales súplicas” piensan y hacen exactamente lo contrario
que yo y, lo que es peor, lo contrario de lo que creo que Jesús dijo e hizo?
Las personas que se divorcian lo hacen después
de un proceso largo y doloroso, que les lleva a terminar una relación que
pensaban y deseaban que fuese para toda la vida. Si después de este dolor
algunxs de ellxs pueden rehacer la vida con otra persona, ¿cómo se puede
defender que no pueden participar del banquete del amor incondicional que es la
eucaristía?
Y por
lo que respecta a las familias homosexuales, mi experiencia cotidiana me dice
que sólo tienen actitudes de rechazo o de condena las personas que no han
tenido la gracia de conocer alguna de estas familias de cerca. Bueno, y algunos
obispos, que a pesar de conocernos bien, aún siguen con aquello de que somos
contrarios “a la ley divina y a la ley natural”.
Después
del Sínodo de la Familia que empieza el 3 de octubre seguiremos hablando de
ello. Ojalá no se cumplan mis malos presagios…
Creo que para este caso me quedo con la máxima aquella de "si no esperas nada de nadie no te llevas decepciones"
ResponderEliminarUn abrazo
Efectivamente! Pero es que me da tanta rabia tirar la toalla! Es como si le dijeras al Espíritu: "Ni tu puedes con eso"!
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