sábado, 3 de enero de 2015

En qué creo (II)

Creo en Jesús, el Cristo.

Creo que es el hijo ungido (xristós) de la divinidad porque nos ha ayudado a seguir ascendiendo, que es lo que viene haciendo la materia desde el primer BigBang. Así pues, creo que Jesús es un ser ascendido, un hijo de Dios, que estuvo aquí para dar ejemplo y mensaje de cómo seguir evolucionando. En este sentido nos salva de la involución. Porque siempre es posible la involución.

Creo que Jesús fue concebido por el Espíritu y nació de María.

Como Jesús estuvo entre nosotros con el fin de mostrarnos el camino a seguir hacia la plenitud del Todo, creo que fue concebido por el Espíritu de la divinidad. Sus padres eran José y María, que además de Jesús, tuvieron a otros hijos e hijas, tal como era usual en la Palestina de hace más de 2000 años. Pero creo también que Jesús rompió muchos esquemas con sus palabras y su ejemplo. Se acercó a todo aquello que se consideraba impuro, inferior y rechazable: las personas con enfermedades, las mujeres, los niños, los eunucos, las personas pecadoras, los recaudadores de impuestos, las personas extranjeras. A pesar de provenir de una familia campesina y de ser iletrado, Jesús sacudió todos los prejuicios de su época para anunciar lo único importante para entrar en "el Reino", lo único importante para seguir adelante y llegar a la plenitud del Todo: el amor. No un amor bobalicón y romántico, ni tampoco un amor quasimasoquista. Sino un amor que no es otra cosa que tomar conciencia de la filiación divina de todas las personas y de toda la creación. De la igualdad radical entre todos los seres. De que "todo lo que hacéis a uno de estos, me lo hacéis a mi".

Creo que Jesús fue torturado, crucificado y asesinado en tiempo de Poncio Pilato.

Fueron muchos miles las personas que fueron torturadas, crucificadas o asesinadas en tiempo de Poncio Pilato. Y creo que Jesús fue una de ellas. La causa de su detención, tortura y muerte fue su enfrentamiento con las autoridades políticas y religiosas del momento. Su mensaje de inclusión y de amor contrastaba con el lenguaje de odio y de confrontación que entonces (como ahora) era necesario para la mayoría de discursos políticos y religiosos. Por eso sufrió esta tortura atroz y la muerte. Y en este momento fue abandonado por todos sus seguidores. Sólo quedaron con él algunas mujeres, su madre y quizás algún joven seguidor. Aparentemente, la misión salvadora de Jesús fracasó estrepitosamente. Parecía otro intento fallido de los muchos que ha habido a lo largo de la historia humana. Jesús conoció el fracaso y el abandono. Descendió a los infiernos.

Creo que Jesús descendió a los infiernos y que al tercer día resucitó de entre los muertos.

Con su tortura, con el abandono de sus seguidores y con su muerte Jesús desciende a los infiernos. Pero lo hace para tomar de la mano a toda la humanidad abandonada, torturada y fracasada. Creo que lo hace para seguir mostrando el camino, para seguir proclamando su mensaje de que estamos llamados y llamadas a la plenitud. Incluso desde el Infierno de todas las mezquindades, de todas las maldades, de todos los abandonos. Creo incluso que para seguir hacia la plenitud es necesario un cierto infierno, una cierta oscuridad, un cierto abandono de todo y de todos. Creo que a la plenitud se llega con el vaciamiento. Creo que a la Vida se llega con la Muerte. Y creo que todo eso es lo que Jesús nos muestra. Después de pasar por el infierno, Jesús, el Cristo, vuelve a la Vida, levantado (resucitado) por la divinidad.

Creo que Jesucristo está sentado a la derecha de Dios Padre y que volverá a juzgar a los vivos y a los muertos.

Creo que la nueva Vida que vive Jesús está muy cerca de la Divinidad, en un lugar privilegiado, a la derecha de Dios Padre. Reconozco que a mi no me hace daño esta imagen de la Divinidad como "Dios Padre". Tuve la dicha de tener un padre todocariñoso y bondadoso, cercano y cálido. Como supongo que lo tuvo Jesús, que hablaba de la Divinidad como de su "papá", con gran escándalo de los dirigentes religiosos de su época. Pero desgraciadamente esta no es la experiencia de muchas personas, sobretodo mujeres, que a lo largo de la historia han sufrido padres distantes, despóticos y autoritarios. Es por ello que prefiero hablar de Divinidad, un ente con las características que Jesús da al Padre del cielo: cercano, cariñoso, bondadoso, dispuesto al perdón y a la acogida sin reservas. Y creo que el juicio a los vivos y a los muertos no será otra cosa que la Plenitud del Reino. Una plenitud a la que van a llegar todos los seres que se hayan dejado llevar por la corriente del amor, de la inclusión, de la misericordia que mostró Jesús. Y los seres que se hayan resistido a esta corriente maravillosa no van a llegar a esta plenitud. Pero creo firmemente que todos los seres, más pronto o más tarde, llegaremos a esta Plenitud del Todo, a este Reino.

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